Una visita imposible
Entramos en Semana Santa y aprovecho para hacer un breve parón en la actualidad deportiva para contaros la increíble historia de Juan Araujo. Algunos aseguran que es verdad. Otros piensan que jamás sucedió. Por prudencia, denominaremos esta historia como “leyenda”. Por los artículos que he leído parece que esta historia sólo es cierta de forma parcial. Pero en la ciudad de Sevilla esta leyenda ha cobrado vida propia y se ha ido consolidando de generación en generación lo que casi tiene más magia que la propia realidad.
Esta leyenda se narra como expongo a continuación.
Juan Araujo era un conocido y valioso delantero del Sevilla F.C. que pasó a formar parte de la historia más gloriosa de ese club con un gol de cabeza ante el Barcelona. No era para menos, su cabezazo le dio el único título de Liga que ha conseguido el Sevilla en sus más de cien años de vida. Hablamos del año 1946.
Una vez retirado del fútbol, Araujo tuvo que buscarse un nuevo oficio para sobrevivir. Eran otros tiempos.
El delantero sevillista optó por montar un taller de reparación de vehículos. Los coches le permitían seguir adelante pero la verdadera afición de Juan Araujo era visitar la iglesia de San Lorenzo. Allí le esperaba el Jesús del Gran Poder de quien era entregado devoto.
La vida transcurría para Araujo de forma razonablemente feliz hasta que un mal día el destino le rompió el alma.
Un joven y querido familiar suyo se puso muy enfermo. Araujo lloró y rezó. Rezó mucho y a diario rogándole al Jesús del Gran Poder que lo salvara. Fueron días de angustia, tristeza y miedo que concluyeron con el peor de los desenlaces posibles. Perdió a su ser querido.
La fe de Araujo se transformó en rabia. Perdido y desencantado, hizo una última visita al Jesús del Gran Poder. Aquel día no rezó. Ya no le quedaban fuerzas. Fue a despedirse de su pasado con un lacónico “no pienso volver aquí, si quieres verme vete tú a mi casa”.
Ese mismo año la procesión de Jesus del Gran Poder se vio sorprendida por una fuerte tormenta. No se encontraban cerca de ninguna iglesia y tuvieron que buscar un refugio improvisado para evitar que la lluvia dañara una imagen que cuenta con siglos de historia. Tras una urgente inspección, encontraron un taller.
Juan Araujo escuchó que llamaban a su puerta y prefirió no hacer caso ¿Quien va al taller en jueves Santo? Sus visitantes insistieron y se escuchaba revuelo así que se vio obligado a ir a ver que pasaba. Araujo se acercó pensando que se trataba de algún error.
Cuando abrió allí estaba el Jesús del Gran Poder, en la puerta de su casa.
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Hasta el miércoles que viene.