Naces en Chicago y desde pequeño se te da bien jugar al baloncesto. No eres “alto” para los códigos de ese deporte. Encuentras tu camino en la posición de base.
Eres rápido, creativo, valiente, eléctrico. La gente adora verte jugar.
Destacas en el instituto. Te basta un solo año en la Universidad para que la NBA llame a tus puertas. Solo tienes diecinueve años pero no quieres esperar más. El mundo te llama y te presentas al draft. Todos aseguran que te van a elegir en el número uno.
Sueñas que Chicago te elija. Jugar en casa, jugar para los tuyos. Es muy difícil. Chicago solo tiene un 1% de posibilidades de elegir en primer lugar.
Y sucede. Todo. Le toca a Chicago el pick 1 y te escoge a ti. ¿Esto es un sueño o es real?
Es real. Y lo disfrutas. Empiezas a jugar y a ganar. Pero aportas algo mucho más importante y difícil de encontrar. Diversión. La gente se vuelve a enamorar del baloncesto gracias a ti. Los aficionados de Chicago salen del letargo en el que se encontraban tras la retirada de Jordan…y vuelven a disfrutar.
Los dos primeros años clasificas al equipo para PO. Y en el tercero, directamente te sales. Los Bulls son el equipo con más victorias en temporada regular. Les lideras hasta la final de conferencia y solo Lebron James te aparta de la lucha por el anillo.
Te dan el premio al mejor jugador de la liga. Tienes 22 años y eres el jugador más joven de la historia en conseguirlo.
Y comienza tu pesadilla.
Al año siguiente tienes una gravísima lesión. No lo sabes todavía, pero nunca llegarás a ser el mismo. Entras en un carrusel de lesiones. Los ligamentos, el menisco, los tobillos…tu magia ha desaparecido.
Te inventas de nuevo a ti mismo. Tu cuerpo no te permite ser eléctrico pero sigues teniendo clase e inteligencia. Juegas en numerosos equipos con un papel digno y alargas tu carrera de forma inesperada hasta los 35 años.
El pasado mes de septiembre anuncias tu retiro y muchos aficionados recuerdan nostálgicos lo felices que fueron viéndote jugar.
La semana pasada recibes una inesperada llamada. El presidente de los Bulls quiere reunirse contigo. Acudes a la cita intrigado y nervioso. ¿Qué querrá?
Pronto lo descubres. El Presidente de los Bulls te elogia y recuerda todo lo que les diste a los fans. Ahora es el momento de que los fans te lo den a ti, dice. Y lo harán cuando retiremos tu camiseta, añade. Mientras digieres la noticia añade divertido que tu camiseta sí podrá ser utilizada si PJ llega a ser jugador de los Bulls. Solo tu hijo podrá llevar ya el número uno en los Bulls.
Te quedas paralizado. ¿Retirar la camiseta? Te acaban de conceder el mayor honor que puede dar un equipo a un jugador. Nadie vestirá la camiseta de los Bulls con el número 1, tu número. Tu camiseta colgará en lo alto del pabellón al lado de la de Jordan, Pippen, Love y Sloan. Los únicos jugadores de la historia de la franquicia que han recibido ese honor.
Te emocionas. No has ganado ningún anillo con los Bulls. Ni siquiera has llegado a las finales. Solo pudiste darles cuatro años al máximo nivel de juego.
Y a pesar de todo eso, quieren retirar tu camiseta.
En el fondo tiene sentido. La gente de Chicago se volvió a ilusionar gracias a ti. Volvió a disfrutar del baloncesto gracias a ti. Y ahora quieren darte las gracias.
No hace falta triunfar para ser una leyenda.
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Hasta el miércoles que viene.
Los primeros años son tan mágicos que incluso la NBA se ve en la necesidad de crear una excepción en su sistema de reglas salariales. Un rookie por convenio colectivo cuando termina su contrato puede firmar como máximo por el 25% del máximo salarial, salvo que haya sobresalido durante su etapa de novato y se le permite firmar por el 30% del tope. Es la "Derrick Rose Rule" implementada después de su MVP en 2011.
También un ejemplo de perseverancia en la superación de las lesiones y seguir intentándolo.