Tienes quince años y caminas por las calles de tu ciudad en dirección al instituto. Finales de noviembre, Polonia, hace un frío que pela. Te da igual, estás en una nube. Pocas horas antes has aterrizado desde Italia, ese país que ya siempre recordarás con cariño.
Y no es para menos. Allí has disputado el campeonato del mundo de ajedrez para menores de 16 años y te has salido. Literalmente. Once partidas contra los mejores jugadores jóvenes del mundo y has ganado ocho de ellas, tablas en las otras tres. Has salido invicto y flamante campeón del mundo. Se te escapa una sonrisa al recordarlo, campeón del mundo a la edad más bonita para serlo. Estás deseando llegar y compartirlo en persona con tus amigos, para estos momentos (como para tantos otros) el watsapp sabe a poco.
Por fin llegas al instituto y te lo encuentras con la puerta de la entrada principal cerrada y custodiada por la Directora. Ambas cosas son extrañas. La Directora te felicita orgullosa, agradeces el detalle. Lo que no sabes es que lo mejor está por llegar.
Se abre la puerta y en el hall de la entrada hay un montón de alumnos esperándote. En cuanto apareces comienzan a aplaudir. Necesitas unos segundos para ubicarte, ¿y esto? ante tu desconcierto la directora te invita a que la sigas. Con una enorme sonrisa en los labios la haces caso y avanzas por la primera planta del instituto. Está abarrotada por alumnos a ambos lados de la pared que te aplauden sin parar en una especie de pasillo infinito al campeón. Algunos más tímidos, otros, muchos, entusiasmados. Avanzas mientras todos siguen aplaudiéndote, chocas tus manos con algunos de ellos.
La directora te indica que subas al piso de arriba. Tomas las escaleras y también están abarrotadas de compañeros que continúan con su tributo a través de sus aplausos. Alucinas. Llegas a la segunda planta y allí continúa el recibimiento. Te abrumas, te das cuenta de que el instituto entero está allí, orgulloso de su compañero. No sabes qué decir, simplemente avanzas desorientado y te indican que des media vuelta, hay más compañeros que quieren saludarte. Sigues los pasos de la directora en medio de la ovación general. Cuando has terminado el recorrido te espera un profesor con un pastel. Un premio sencillo, simbólico.
No necesitas más, nunca olvidarás este día.
Y si alguno se ha quedado con ganas de más, que no se preocupe, aquí dejo el enlace con el recibimiento que le dieron a Jakub Seeman en su instituto.
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Hasta el miércoles que viene.
Bien Cheras, segunda historia de ajedrez de los últimos tiempos 👏
Qué buena historia y que bien contada 👏