Tu peor pesadilla y tu mejor sueño
Simon Yates es muy buen ciclista, no es un gran ciclista.
La diferencia es muy importante. Cuando a un gran ciclista se le escapa la victoria en una de las tres grandes carreras por etapas (Giro, Tour o Vuelta) es un revés importante. Pero sabe que tendrá otra oportunidad de ganarlas.
Cuando a un buen ciclista se le escapa el triunfo de una de las grandes carreras por etapas es una oportunidad perdida que probablemente jamás volverá. Si lo tenía en la mano y lo echa todo a perder, es un varapalo irrecuperable.
En la primavera de 2018 Simon Yates tenía el Giro prácticamente ganado. Apenas restaban un par de etapas para finalizar y contaba con una cómoda ventaja sobre sus inmediatos perseguidores. Con esa confianza, comenzó la ascensión del Colle delle Finistre. Una temible montaña de 18 km con una pendiente del 9%.
En mitad de la ascensión Chris Froome atacó, y Simon Yates colapsó. Se quedó clavado encima de su bicicleta con la mente bloqueada y las piernas agarrotadas.
Perdió más de media hora en aquella etapa. Pasó del liderazgo de la carrera a la profundidad del pelotón. Fue algo llamativo y tristemente inolvidable. Desde entonces, cuando alguien hablaba en el marco de una conversación ciclista del Colle delle Finistre irremediablemente salía el nombre de Simon Yates. “Pobrecillo, vaya pájara le dio”.
Como era de esperar, Simon Yates no volvió a tener ninguna otra oportunidad de ganar el Giro de Italia.
Hasta este año.
Pasados siete años desde la debacle, se veía de nuevo en los puestos de honor. Era la penúltima etapa y marchaba tercero en la general. El liderazgo lo lucía el joven Del Toro, un ciclista que contaba con el apoyo de su equipo, el mejor del mundo. Entre sus compañeros, curiosamente, se encuentra Adam Yates, hermano gemelo de Simon. El segundo puesto de la clasificación general era para Carapaz, un súper clase. Simon Yates iba tercero y soñaba con subir al pódium.
En esas estaban, cuando comenzaron el ascenso de un puerto muy especial. Un viejo conocido y nada querido de Simon Yates.
Empezaron a subir el Colle delle Finistre.
Aprovechando sus duras rampas, Carapaz atacaba una y otra vez al líder. Del Toro respondía sólido a los ataques. Detrás de ellos iba Simon, intentado mantener su rueda como podía. Seguro que en alguna ocasión Simon pensó ¿y si lo intento yo? Pero la parte más racional de su celebro se imponía, y se mantenía tranquilo y a rueda. Luchando por mantener su valioso pódium, en su montaña más odiada.
En algún momento algo le rugió de dentro y pensó “al carajo todo” y Simon Yates atacó. Comenzó a pedalear suelto y decidido y se despegó de sus acompañantes. A Del Toro y Carapaz no pareció preocuparles su ataque. Estaban preocupados de vigilarse entre sí.
Sin duda a ambos se les olvidó (y lo más increíble es que los directores de sus respectivos equipos tampoco se percataron) que el fabuloso Van Aert marchaba por delante escapado. Van Aert es uno de los ciclistas más valientes del pelotón. Su carácter impulsivo le ha arrebatado muchos triunfos y ya está en el ocaso de su carrera, pero su talento es incuestionable.
Van Aert tiene dos características claves para esta historia. Es un fuera de serie en los descensos…¡y es compañero de equipo de Simon Yates!
Cuando Van Aert fue informado de que Simon Yates se había soltado del líder, le esperó. Coronaron el puerto e iniciaron juntos un descenso kamikaze. Van Aert volaba con una sonrisa en su rostro. Simon Yates seguía su ritmo con los dientes apretados.
Abrieron un hueco sideral.
Terminado el descenso, un agotado Van Aert se echó a un lado y Simon Yates remató el trabajo. Entró en línea de meta con casi seis minutos de ventaja sobre el líder que había dejado de serlo.
El líder ahora era él.
Cuando cruzó la línea de meta Simon Yates rompió a llorar. Seguro que en parte era la alegría desbordada de verse campeón del Giro de Italia. Pero creo que no era sólo eso. Era también la liberación de enfrentarse a una losa que te ha torturado durante años y romperla en mil pedazos.
Dice la leyenda que cuando Adam Yates cruzó la línea de meta no pudo evitar un contradictorio sentimiento de decepción y orgullo. Su jefe de filas acababa de perder el Giro, pero lo había ganado su querido hermano gemelo.
Imagino que en las comidas familiares el Colle delle Finistre ha dejado de ser tema tabú para ser uno de los temas de conversación favorito. Es lo que tiene cuando tu peor pesadilla se convierte en tu mejor sueño.
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