Nos remontamos al año 1958. El equipo juvenil del 1860 Múnich disputa la final de Copa frente a lo juveniles del modesto SC 1906 Múnich. El partido está plagado de jóvenes promesas pero el SC 1906 cuenta con una muy especial. Es un chico del que todo el mundo habla maravillas y ya tiene apalabrado su fichaje por el gran equipo de su ciudad en ese momento, el equipo de sus sueños: el 1860 Múnich.
Juega contra los juveniles del 1860 y sabe que pronto lo estará haciendo junto a los profesionales de ese mismo equipo. Sonríe, su futuro no puede ser más prometedor. Uno de los juveniles del 1860 Múnich le hace una entrada dura, fea. Él no se amilana y pocas jugadas después se la devuelve multiplicada por dos. No se considera un jugador sucio pero no piensa permitir que le pisen el terreno. La entrada genera una discusión que culmina con el jugador del 1860 propinando un sonoro bofetón a nuestro protagonista. Lo recibe, se lo come, no lo devuelve.
Tiene preparada una protesta mucho más dura.
Pocas jugadas después nuestro jugador marca un golazo. Todos piensan que es su forma de desquitarse por la afrenta del bofetón. Para nada. Esa es solo su obligación. Su desquite vendrá después, y será infinitamente más doloroso. El jugador rompe su acuerdo verbal con el 1860 Múnich, no piensa jugar para quien le abofetea, y negocia con un club incipiente, humilde, de segunda división pero con un bonito proyecto, se trata del Bayern de Múnich.
Muchos sabréis quien es el protagonista de esta decisión, efectivamente, se trata del mítico Franz Beckenbauer que nos dejó el pasado 7 de enero. Beckenbauer nació en septiembre de 1945, poco después de finalizar la II Guerra Mundial y parecía destinado a ser el símbolo de una nueva Alemania.
Un jugador fuera de lo normal, con el físico de un defensa, la calidad de un centrocampista y la visión de un media punta. Y todo barnizado con una exquisita elegancia. Lideró a una fabulosa generación de futbolistas para llevar al Bayern desde el infierno de la segunda división a lo más alto de Europa. Tras conseguir el ascenso a primera división en 1965, consiguieron la Copa de Alemania para el Bayern en 1966 y 1967 y, apenas un par de años después, levantarían la segunda Bundesliga de su historia (la primera databa del lejano año 1931). Estamos en el año 1969 y ha nacido el nuevo “ogro” del fútbol alemán y continental.
En 1974 el Bayern conseguiría la primera de Copa de Europa de su historia tras arrancársela al Atleti en el último minuto de la prórroga y provocar un partido de desempate al que solo comparecieron los bávaros con los rojiblancos literalmente desechos. No sería un triunfo aislado. En 1975 repiten, y vuelven a ser campeones de Europa en 1976 lo que supone el hito de enlazar tres copas de Europa seguidas. Nada más y nada menos. Esos triunfos europeos irían también acompañados de varias Bundesligas más, hasta cinco acumuló el Bayern bajo el liderazgo de Beckenbauer.
Sus números con la selección alemana son aún más impresionantes. En 1966 juega su primer mundial con apenas 21 años y lleva a Alemania a la finalísima contra Inglaterra. Dos equipos que apenas veinte años antes se estaban bombardeando ahora dirimían sus diferencias en un campo de fútbol. Evidente mejora. Aquella primera final la perdió Beckenbauer pero no se rendiría. En 1970 disputa un nuevo Mundial que se le escapa en una antológica semifinal contra Italia. Beckenbauer acaba jugando vendado con la clavícula rota.
En 1974 lo intentaba de nuevo. Había sido ya subcampeón del mundo y tercero. Le faltaba ganar y lo podía hacer frente a su propio público. Solo había un enorme y colorido gran obstáculo: la naranja mecánica de Cruyff. Esta vez ni la magia holandesa pudo impedir que Beckenbauer ganara su primer y merecido Campeonato del Mundo.
Acabada su carrera como jugador llegó pronto a seleccionador de su país. En 1986 disputa su primer Mundial y llega a la final que le arrebata el mejor Maradona que hemos visto. No pasa nada, Beckenbauer no se rinde. Él nunca se rinde. Rejuvenece la selección y vuelve a la carga en 1990. Vuelve a llegar a la final contra el mismo rival, pero esta vez se impone la Alemania entrenada por Beckenbauer.
Si sumamos sus cinco mundiales como jugador y seleccionador tiene un palmarés de un tercer puesto; dos subcampeonatos del mundo y dos campeonatos del mundo. No se me ocurre nadie con unos número similares aparte de Pelé, que solo participó como jugador.
No se paró ahí. Entró en la directiva del Bayern, club que llegó a presidir, y lo consolidó como lo que es, uno de los mejores equipos de Europa. El 1860 Múnich llevó una trayectoria espejo pero a la inversa. Descendió en 1970 y se convirtió en un equipo ascensor que desde entonces nunca ha estado cerca de conseguir una nueva Bundesliga. Menos aún de aspirar a la Copa de Europa.
Su destinó quedó sellado el día que abofetearon a quien no debían.
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Hasta el miércoles que viene.
¡Qué buena historia! Soy muy fan de estos planteamientos, ¿qué habría pasado si a Beckenbauer no le hubieran dado esa bofetada? Quién sabe. Por cierto, la dimensión de una leyenda como Beckenbauer es fácil de comprobar: a cualquier central que es bueno, elegante y que sabe sacar el balón, se le llama automáticamente KÁISER… y se retiró hace 40 años
Desconocía la historia de la bofetada pero fíjate las vueltas que da la vida. El equipo grande de la época el TSV 1860Munich actualmente esta en tercera división alemana mientras todos sabemos donde esta el Bayern. Quizas todo hubiera sido distinto, lo que si es cierto que nos ha dejado uno de los 5 mejores jugadores de la historia de este deporte.