La selección española de waterpolo se proclamó campeona de Europa la semana pasada. Lo consiguió gracias a un precioso gol en el último suspiro frente a Croacia. Un broche de oro para una generación que también fue campeona del mundo en Budapest hace un par de años. Campeona del mundo y de Europa, quien lo iba a decir hace apenas tres décadas.
En 1990 España había conquistado una única medalla de waterpolo en toda su historia. Un solitario bronce conseguido en el europeo de Roma en 1983. La situación del combinado nacional era muy particular. Tenía al mejor jugador del mundo (Manel Estiarte) y uno de los mejores porteros del mundo (Jesús Rollán), pero también tenía un grupo de jugadores gobernados por la indisciplina y una división con diferencias irreconciliables entre los jugadores madrileños y los catalanes. Era un cocktail ingobernable que provocó la dimisión de Toni Esteller como seleccionador nacional.
Quim Pujol era el presidente de la federación española de waterpolo y vio en dicha renuncia una oportunidad. Había que cambiar el rumbo y decidió fichar al legendario entrenador serbio Ratko Rudic que había ganado los dos últimos oros olímpicos entrenando a Yugoslavia.
Pero llegó tarde, Italia se le había adelantado y el serbio ya dirigía al potente conjunto transalpino. Pujol no se rindió y llamó al enemigo público número uno de Rudic, que no era otro que el croata Dragan Matutinovic. Al parecer el entrenador croata se mostró reticente ante el exiguo palmarés y pedigrí del equipo español. Pero Pujol tenía sus recursos y le informó de que su archienemigo Rudic había fichado por Italia para ganarlo todo, si firmaba con España tendría la oportunidad de impedírselo.
No hizo falta mucho más, Matutinovic firmó por España. La enemistad con el serbio se había disparado de forma exponencial con la guerra de los Balcanes. Ya no era un tema de waterpolo, era mucho más.
Matutinovic se obsesionó con conseguir el oro olímpico y diseñó uno de los planes deportivos más ambiciosos y despiadados que se recuerdan. Reclutó (y creo que ese es el verbo correcto) a los jugadores seleccionados y se los llevó a Andorra. Allí, medio secuestrados, inició unos entrenamientos intensivos que incluían marchas por la montaña de diez kilómetros, seguidas de sesiones maratonianas de natación rematadas con ejercicios en el gimnasio. Así un día, tras otro, tras otro.
Muchos jugadores lo recuerdan como el infierno. Otros se niegan a volver a poner un pie en Andorra. El resto directamente abandonaron. Los entrenamientos de Matutinovic fueron duramente cuestionados por sus jugadores, a sus espaldas claro. Nadie osaba llevarle la contraria. Los jugadores no entendían el sentido de tanta dureza y exigencia física. Pero Matutinovic tenía un plan. No se trataba tanto de preparación física como mental. Consiguió unir a un grupo dividido otorgándoles un sentimiento común: todos le odiaban. Ya no había catalanes o madrileños, solo había jugadores de la selección española.
Y llegaron los JJOO de Barcelona. España venció a todos los rivales que se cruzaban en su camino y se plantó en la final. ¿Quien les esperaba allí? Efectivamente, la Italia de Ratko Rudic. El 9 de agosto de 1992 se jugó la gran final que muchos recuerdan como uno de los mejores partidos de la historia del waterpolo. Italia comenzó dominando, España se recompuso y llegaron igualadas a siete goles a falta de un minuto para el final. Los árbitros señalaron penalti a favor de España y Estiarte lo transformó. 8-7 y España acariciaba el oro olímpico. A falta de pocos segundos Italia empataba a ocho. Nos vamos a la prórroga. El partido se ha transformado en una batalla acuática con el público entregado. Nadie marca. Segunda prórroga. La situación continúa idéntica y es necesaria ¡una tercera prórroga! En ella Italia se adelanta 9-8. La última posesión del partido es para España que hilvana una bonita jugada que se estrella en el poste. Suena el pitido final, un partido y tres prórrogas después, Italia es oro, España plata.
El seleccionador y los jugadores están desolados. Tras dos años de brutal entrenamiento la plata sabe a poco. Se equivocan. Se habían asentado las bases de una cultura ganadora. En los siguientes JJOO España sería campeona. Y, desde entonces, se han sucedido las medallas tanto en europeos como mundiales a las que se suma la medalla de la semana pasada.
Muchos de los jugadores reniegan hoy en día de Matutinovic, dicen que se pasó de la raya. En 1993 se amotinaron contra él y provocaron su despido. No aguantaban ni un minuto más.
Puede que el croata utilizara métodos poco ortodoxos. Es posible que fueran criticables. Pero no se puede cuestionar que transformó a la selección española de waterpolo en un equipo hecho para ganar medallas. Y treinta años después, siguen ganándolas.
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Hasta el miércoles que viene.
Corrígeme si me equivoco pero creo que han hecho una película del tema que nos presentas esta semana. Sin duda el waterpolo español es de lo mejorcito tanto en masculino como en femenino y sin tener nada de repercusión a nivel televisivo.