Una colleja bien dada
El Inter de Milán acaba de ganar el Scudetto, la liga de fútbol italiana. Lo de “Scudetto” viene de una antigua y bonita tradición del fútbol italiano. El campeón de liga tiene el honor de lucir el escudo de Italia en su camiseta durante toda la temporada siguiente. El campeón es distinguido con el Scudetto. Durante esta campaña lo lucía la camiseta del Nápoles y durante la temporada que viene lo hará la del Inter. Entrañable tradición que podrían imitar en otros países.
Y el Inter lo celebró por todo lo alto. No era para menos, era su Scudetto número 20 que le deja como el segundo equipo más laureado del país al desempatar con su archienemigo y vecino, el Milán, que se queda con diecinueve títulos de liga. La Juventus parece de momento inalcanzable como gran dominadora de Italia con sus 36 Scudettos.
En el campo los jugadores interistas cumplían con los rituales habituales, saltaban, se abrazaban, saludaban a la grada. Uno de los más entusiastas era Marcus Thuram, delantero del Inter que ha contribuido esta campaña al título de su equipo marcando trece goles. El apellido os resultará familiar a muchos de vosotros y no es una causalidad. Marcus es hijo del legendario defensa Lilian Thuram que fue campeón del Mundo con Francia en 1998 (nos hacemos mayores). Lilian también ganó el Scudetto, como su hijo, pero lo hizo defendiendo los colores de la Juventus.
Y Lilian también estaba sobre el césped, contemplando orgulloso la alegría de su hijo.
La celebración iba in crescendo y en un momento determinado la grada, pletórica, se acuerda del rival común a toda Italia, la todopoderosa Juventus, y empieza a cantar y saltar al ritmo de “Chi non salta bianchonero é”. Marcus Thuram lo escucha y comienza a saltar desatado y partiéndose de risa.
Durante pocos segundos.
Aparece de entre las sombras su padre, Liliam Thuram, vistiendo la camiseta interista de su hijo pero con cara seria y le calza una colleja en toda regla para que deje de faltarle al respeto a la Juventus. La camiseta que su padre defendió durante cinco años.
Creo que no lo he narrado mal pero os dejo el vídeo. Impagable.
Sinceramente esta escena me genera empatía hacia ambos. Hacia el hijo por su espontaneidad, su alegría contagiosa, su desdén hacia el protocolo y su unión con su afición. Hacia el padre por su lealtad a unos colores que se respetan en todo momento, hasta cuando tu hijo celebra el Scudetto.
Muy grandes los Thuram.
Puedes suscribirte de forma gratuita a esta newsletter deportiva semanal aquí
Te agradezco si reenvías este mail a cualquier aficionado al deporte o si compartes este post
Hasta el miércoles que viene.