El 6 de junio de 1986 el alemán Jürgen Schult realiza un lanzamiento de disco que atenta contra las leyes de lo conocido. Su disco vuela más de 74 metros, algo inconcebible en ese momento. Había viento a favor pero no es suficiente explicación. Tiene que haber “algo más”. El misterio queda sin resolver y el récord se va haciendo más grande y más pequeño con el paso de los años. Más grande porque nadie consigue batirlo, más pequeño porque los récords de los deportistas de la Alemania Oriental están bajo la lupa de la sospecha.
Especialmente este, al que ningún lanzador puede si quiera acercarse.
A finales del siglo pasado surge un talentoso lanzador lituano, su nombre es Virjilijus Alekna. Tiene un sueño inconfesable, quiere batir el récord imposible. Quiere batir el récord de Schult. Se entrena mañana, tarde y noche para superar ese legendario lanzamiento de 74,08. Hay voces que le desaconsejan tener un objetivo tan ambicioso. Es probable que Schult no compitiera en igualdad de condiciones. No le importa, nada ni nadie le desanima.
En el verano del año 2000 Virjilijus tiene un estado de forma óptimo. Los JJOO de Sidney están a la vuelta de la esquina y va a por todas. El tres de agosto de ese año Virjilijus suelta el brazo y el disco vuela. Vuela, vuela y sigue volando. Virjilijus lo mira ilusionado. Todos quedan pendientes de la medición. ¿Habrá conseguido un nuevo récord del mundo? ¿Se cumplió su sueño?
No.
El lanzamiento es fantástico, es tan bueno que se convierte en el segundo mejor de toda la historia. El segundo, por detrás de Schult. El disco lanzado por Virjilijus Alekna ha volando 73,88, se ha quedado a tan sólo veinte centímetros del récord de los años ochenta Ese mismo verano Virjilijus se proclama campeón olímpico en Sidney.
Pero no bate el récord de Schult.
Cuatro años después, Virjilijus repite oro olímpico en Atenas.
Pero sigue sin batir el récord de Schult.
No mucho tiempo después, y tras innumerables lanzamientos infructuosos, Virjilijus se retira. Los oros olímpicos son su gran orgullo, el asalto fallido al récord su gran decepción. Antes de retirarse, Virjilijus se convierte en papá de un bebé al que ponen de nombre Mykolas. Mykolas Alekna. En ese momento no lo sabe, pero acaba de producirse el paso decisivo hacia su sueño imposible.
Mykolas Alekna también es lanzador de disco, como su padre. Es muy bueno, como su padre. Y aspira a batir el récord más antiguo de la historia del Atletismo, como su padre. El pasado domingo catorce de abril Mykolas lanzó un disco que voló, voló, y voló. Lo midieron y se comprobó la hazaña. Mykolas había lanzado 74,35, veintisiete centímetros más que el mítico récord de Schult. Caía el récord más antiguo del Atletismo. Caía el récord de Schult.
En cuanto se confirmó la hazaña Mykolas llamó a su padre. Es fácil imaginar la sonrisa de aquel hombre cuando escuchó que el récord imbatible, el récord que ni él ni nadie consiguió superar, ese récord imposible, acababa de ser pulverizado por su hijo.
Hay algo más bonito que cumplir un sueño, que lo cumpla tu hijo.
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Hasta el miércoles que viene.
TOP!!